9/10/09

Destino







Introducción- Etimología



El significado etimológico del término destino proviene del latín “destinare”: ordenar, señalar o determinar algo para un fin o efecto. El destino es aquella fuerza o corriente a la que cualquier sujeto no puede escapar.¿Cada quien va construyendo su destino con “causa-efecto” o será que aquello ya está determinado? por una gran parte al sujeto le suceden cosas que las denominan “casualidades” o “surte”¿para qué estaría sucediendo aquello que se nos interpone? ¿Para darnos cuenta de realidades? ¿Para meditar las situaciones? o ¿para aprender de nuestros propios errores? Entre infinidad de preguntas, con esta ultima mencionada, será que ¿cada quien construye su destino?, pero si es así, aquel sujeto estaría pensando que él mismo construye su destino pero si ese modo de pensar ya está determinado, entonces ya estaría “prescrita” esa situación lo cual se llama destino.



Al momento de escuchar la etimología o cualquier definición de destino, muchos de nosotros, le hayamos cierto factor negativo como: “entonces si no se puede escapar, ¿estoy atrapado?” “solamente hay un camino, que aburrido” “¿estoy atado a algo que probablemente no lo deseo?”. Cualquier cosa que nos pase, por más vil que pueda ser, hay algo positivo en ello.



Definiciones de algunos personajes históricos.

Afirmaba la admirable Hellen Keller, (Tuscumbia, Alabama, 1880 - Washington, 1968) que “Nuestra voluntad interior dirige nuestro destino”. Es por ello que razón y voluntad constituyen los dos vectores imprescindibles para que la acción de destinar pueda realizarse con éxito. Razón y voluntad están, obviamente, ligadas a la actividad del hombre, a la programación de algunos de sus actos para conseguir determinados fines. Y, por tanto, esta acción de destinar es mensurable, se puede medir y ponderar, tanto por el que la promueve como por los demás. Los actos humanos programados, una vez realizados, son susceptibles de verificación.



En el idealismo alemán, y en especial en George Hegel, (Stutgart 1770 - Berlín 1831) el destino es “lo que no sabe decirse qué hace, cuáles son sus leyes determinadas y su contenido positivo, porque es el puro concepto absoluto mismo intuido como ser”, (Fenomenología del espíritu, Razón); el Espíritu autoconsciente sólo puede alcanzarse a través de un proceso temporal, ya que el tiempo se manifiesta como destino.



La obra “El Destino del hombre” (Die Bestimmung des Menschen), escrita por el político y filósofo alemán Johann Gotlieb Fichte (Rumennau, 1762 - Berlín, 1814), y publicada en 1800, es una de las reflexiones más lúcidas y prometedoras sobre la cuestión que nos ocupa de la filosofía moderna. El análisis de Fichte comienza admitiendo que el hombre nace determinado por una fuerza creadora, que le hace ser como es y no puede ser de otra manera. Al determinismo universal se opone el Yo consciente, lo demás es No-Yo irracional. La unión de ambos es el universo. El Yo se caracteriza por una actividad creadora que es la libertad. Y gracias a la libertad es posible la identificación del Yo y del No-Yo. El mundo exterior no existe más que en el individuo, es creado por la razón. La obra concluye con la afirmación de la primacía de la fe: lo importante es la fe en la libertad, en la inmortalidad del alma, obedecer el "mandamiento del deber moral" que se nos impone como un imperativo categórico eterno. El pensamiento de Fichte da por enterado definitivamente el viejo determinismo, aquel que sostiene la vigencia de la segunda acepción: “Circunstancia de serle favorable o adversa esta supuesta manera de ocurrir los sucesos a alguien o a algo”; esta acepción está vinculada a ese otro acomodo mental que vincula el acontecer de ciertos hechos a la buena o mala suerte.


Francesco Petrarca (Arezzo, 1304-1374), que en su célebre “Canzoniere” escribe, “Cada uno, desde que nace, tiene escrita su suerte en este mundo"

Podría concluir: Nunca estamos atados a sufrir sino a aprender.